El impacto de la crisis financiera de 2008, causada por el colapso de la burbuja financiera e inmobiliaria global unido al aumento exponencial de los smartphones en la población, hizo que la banca tuviera que reinventar su negocio.
El negocio de la banca tradicional se centraba en captar dinero de sus clientes para posteriormente prestarlo a una tasa de interés mayor a la que pagaba por adquirirlo, en función de la solvencia del deudor. En la década de los 80, por ejemplo, era habitual la captación mediante depósitos de hasta el 12%, que posteriormente se dejaban en forma de préstamo o hipoteca cercanos al 21%. Esto formaba la mayor parte de su negocio con el que sostenía una red comercial que daba atención presencial a todos los clientes que lo necesitaban, con los costes que esto implicaba.
Desde 2008 se revolucionó el sector bancario debido a la aparición de la banca online, los neobancos y los challenger banks. Todo ello, sumado a la caída de los tipos de interés, desencadenó una transformación necesaria para poder seguir obteniendo beneficios pese a la reducción de su negocio tradicional y la aparición de nuevos players que, aplicando tecnología al negocio, han conseguido reducir costes y poner en aprietos a los actores tradicionales del sector.
Un ejemplo claro de esta reducción de costes es el número de oficinas bancarias: mientras en 2008 había en España 45.662 sucursales de entidades financieras, en marzo de 2021 comienza a descender la cifra hasta quedarse en 21.901 al cierre de esta publicación, y está previsto que esta cifra se reduzca a la mitad para 2030. Además de esto, se han externalizado numerosos departamentos, haciendo cada vez más pequeñas las plantillas de los bancos y pagando a empresas de outsourcing por tareas antes reservadas a sus servicios centrales, con el consiguiente ahorro.
Esta reducción viene motivada por la posibilidad de realizar prácticamente la totalidad de las gestiones a través de la banca online, desde transferencias hasta solicitar la mayoría de la financiación. Las oficinas comerciales se reservan, por tanto, para la población no tecnonativa, para operaciones en efectivo y para cuestiones formales, como la firma de determinados contratos (aunque cada vez más entidades permiten firmar de forma digital, haciendo innecesario acudir a una sucursal bancaria y, por tanto, favoreciendo su desaparición).
En la ecuación Beneficio = Ingresos – Costes acabamos de analizar las variaciones en el apartado de costes, pero el apartado de ingresos no va a ser menos, puesto que el diferencial de tipos de interés se ha visto fuertemente reducido y los bancos se han tenido que reinventar. Estos lo han hecho, sobre todo, aumentando el cobro de comisiones prácticamente a todos los clientes, excepto a aquellos con una vinculación fuerte con la entidad, así como mediante la venta de Seguros, Fondos de Inversión, Planes de Pensiones y otros productos asociados.
Con el cambio de paradigma que acabamos de mencionar en el párrafo anterior, el negocio bancario ha tenido que reinventarse. Actualmente, las empresas que combinan tecnología y finanzas (fintech) están en auge en la mayoría de los sectores y tienen grandes ventajas competitivas. Uno de los segmentos en los que más destacan es el bancario y lo hacen, en sus primeras etapas, a través de challenger banks y neobancos. En el ejemplo del sector bancario, las fintech ofrecen productos sencillos, transparentes y, a priori, sin coste, como es el caso de las cuentas corrientes o los servicios de pago, enfocados al segmento de particulares (B2C, business to consumer).
Estas fintech generan beneficio ofreciendo productos complejos de un tercero (banca tradicional) a sus usuarios, mediante publicidad o con versiones premium.
Antonio Pérez de Juan
Máster en Fintech e Innovación Financiera de Three Points
Responsable de Área de Análisis de Riesgos de Inversiones Financieras en el Consorcio de Compensación de Seguros
Doble Grado Ing. Informática y ADE por la Univerisdad Rey Juan Carlos