Empecemos por definir y aterrizar el título del artículo. Las “Smart Cities” se definen normalmente como “ciudades dotadas de una organización basada en las tecnologías de la sociedad de la información y la comunicación, enfocadas a mejorar tanto la gestión de los diferentes servicios como la calidad de vida de sus habitantes” (Bouskela, et al., 2016). Realizando el paralelismo con la actual evolución hacia la industria 4.0, podemos decir que las Smart Cities son las Ciudades 4.0.
La industria 4.0 está marcada por las sinergias entre tecnologías digitales implantadas y las sinergias entre los equipos de personas que instalan, usan y mantienen estas tecnologías. Dichas sinergias están orientadas a obtener unos procesos industriales más eficientes.
Este matiz diferencial aplica también a la definición de Smart City, ya que esta posee una organización basada en las tecnologías propias de la sociedad de la información y la comunicación, que es por definición una sociedad sinérgica y conectada.
Las Smart Cities o Ciudades 4.0 pretenden, por tanto, y al igual que la industria 4.0, mejorar la calidad de vida de sus habitantes. Pero, saliendo del plano conceptual, continuemos el paralelismo para llevarlo a la práctica y al plano de la realidad: ¿Cómo podemos asegurar que las tecnologías utilizadas en una ciudad inteligente faciliten una organización y gestión de la ciudad que provoque una mejora de la calidad de vida de la sociedad?
Imaginemos primero una Smart City con todas las tecnologías necesarias para ser “inteligente”: resulta energéticamente sostenible, posee un modelo de movilidad inteligente, es más saludable y verde, ofrece servicios más holísticos y personalizados a sus habitantes, etc. Si todo esto se da, pero la ciudad está vacía de personas con acceso a internet y a teléfonos móviles (Smart Phones), ¿sería esta una ciudad inteligente? Probablemente, no. Sería, por el contrario, una ciudad cara y desaprovechada, como uno de esos aeropuertos que se construyen y no llegan a tener vuelos que transporten personas. Un sinsentido, ¿no? Nunca se debe perder de vista que una Smart City solo tiene sentido si es inteligente por y para las personas que la habitan.
Supongamos ahora que nuestra Smart City sí posee, en efecto, habitantes con smartphones y acceso a internet. ¿Por dónde empezamos a diseñarla? ¿Por la movilidad? ¿Por la eficiencia energética? ¿Por la personalización de servicios?
Retomemos el paralelismo con la industria 4.0, que depende de que existan dos elementos fundamentales:
La segunda cuestión importante que debemos preguntarnos en relación a la puesta en marcha de Smart Cities es: ¿Están los habitantes preparados? Es cierto que el proceso de digitalización de la sociedad ya se ha puesto en marcha, en menor o mayor grado, en muchas ciudades. Algunas cuentan ya con redes wifi públicas que dan acceso a internet fácil y gratuitamente (programa WIIFI4EU); otras muchas han digitalizado varios servicios; y otros territorios están haciendo esfuerzos significativos para la reducción de la brecha digital entre sus habitantes. El disfrute de los beneficios de este proceso de digitalización requiere, sin duda, que los habitantes posean los conocimientos y recursos adecuados. No se les puede dejar atrás.
El road map, en los proyectos de Smart Cities, deben fijar muy bien cuál es el punto de partida y, a partir de eso, marcar la ruta de actuación y desarrollo. Para ello, cada ciudad deberá valorar cuáles son los aspectos a mejorar, es decir, cuáles proporcionarán, al implementarse, un mayor incremento de calidad de vida a sus habitantes. Existen diferentes índices para medir la calidad de vida y pueden resultar útiles para trazar el road map: ¿en qué índice recibe una menor puntuación? Ese puede ser el punto de inicio ideal.
Aunque el paralelismo entre Industria 4.0 y Smart City cuadra casi a la perfección, no todas las industrias son iguales, aunque compartan el mismo propósito de evolucionar positivamente. Del mismo modo, no todas las ciudades son iguales, aunque todas tengan el objetivo compartido de mejorar la calidad de vida de las personas que las habitan. Lo que está claro es que, tanto en las industrias como en las ciudades 4.0, las personas deben estar en el centro dándoles sentido. Volviendo al ejemplo anterior: los aeropuertos deben ser construidos por y para facilitar vuelos que transporten personas. Una gestión urbana inteligente debe ser una gestión humana, que escuche constantemente a las personas, atendiendo a sus necesidades y problemas reales.
Pol Salvadó i Cols
Máster en Gestión de la Industria 4.0 y Automatización de Procesos de Three Points
Facility Plant Manager en Almirall S.A.
Ingeniero Técnico Industrial por la UPC.
Máster en Inteligencia Emocional y Coaching en las Organizaciones por el IL3 (UB).
MBA por EAE.